– ¿Qué piensas? – la mirada de él era fija, pero no incomodaba; ya que a la vez era cálida
– Nada – respondió él.
– No mientas, no sé puede pensar en nada – exclamó ella observándolo.
– Ayer cuando te volví a ver no pensé que me sentiría así – dijo al fin.
– ¿Así cómo? – volvió a preguntar.
– Como la primera vez que te vi – en su boca se asomó una hermosa sonrisa.
Bastó esa frase para que volvieran a los viejos tiempos.
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