“Necesito alguien que me desconecte el cerebro y me encienda el corazón.”

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ni libre ni ocupado.


Quique es un tipo sensato, un regalo caído del cielo que no conviene desperdiciar. Te cuida, te mima, te quiere y soporta tus neuras. Y además es guapo, joder, y tiene charla, ¿qué más quieres? Y si te jode no encontrarle ni un solo defecto, no te culpes: son los posos del rencor de tu pasado, que te nublan el juicio. En cualquier caso, te halaga que alguien como Quique se haya fijado precisamente en ti y precisamente ahora, bloqueada y sumida como estás en ese lastre llamado Luis.

Luis  era todo lo contrario. Egoísta y mujeriego. Menos atractivo que Quique y menos atento también. Menos TODO a fin de cuentas. Pero sigues pensando en él. A veces sospechas que el defecto es tuyo, que Luis es tu particular tara, tu defecto de fábrica: un tumor con metástasis. Y sabes que es su posesión lo que te atrapa. Tenerle para ti en exclusiva, que se enamore de ti o que sufra por ti. Que te llame y te diga: Te echo de menos. Nunca lo hizo, ni lo hará. Tal vez si lo hiciera, tal vez si Luis se mostrara sumiso y cobarde o humillado de amor, conseguirías al fin olvidarte de él. Podrías, quizás, pasar página y centrarte en Quique aunque aún no le quieras: el amor viene cuando conviene aunque se llame cariño, paz o inercia. Sabes que Luis te hace tanto mal como bien te haría Quique. Lo sabes y no puedes evitar la sinrazón.

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